Columna de Opinión

Eurovision Young Musicians: Una puerta abierta para los jóvenes músicos de nuestro continente

Anoche tuvo lugar la decimoctava edición de Eurovision Young Musicians, un evento que abre sus puertas a todos los jóvenes talentos que quieran dedicarse al mundo de la música. Este certamen se celebra cada dos años desde su primera edición en 1982, y esta vez aconteció en Colonia, Alemania.

Anoche, once fueron los músicos que, representando a sus respectivos países aspiraban a llevarse el título. Finalmente el ganador resultó ser el saxofonista polaco Łukasz Dyczko. Pero vamos a analizar todas y cada una de las propuestas concursantes.

El encargado de romper el hielo fue el húngaro Roland Attila Jakab, un violinista de dieciocho años de edad, que interpretó con suma concentración la ópera número 20 de Zigeunerweisen una composición musical compuesta en 1878 por el compositor español Pablo de Sarasate. Esta composición está basada en las personas de raza gitana, y es una pieza compuesta exclusivamente para Violín.

El violinista húngaro utilizó toda su concentración durante la interpretación en darse seguridad y confianza a sí mismo. Esto se aprecia muy bien cuando el joven artista cierra los labios con fuerza uno contra el otro de manera continua, lo cual demuestra el intento de mantener el control sobre uno mismo.

El segundo acto fue para el pianista maltés Dmitry Ishkhanov, que pese a tener tan solo 11 años se atrevió a representar el concierto de piano n.3 de la ópera 50 de Allegro Molto.  Este fragmento pertenece a uno de los tres conciertos compuestos para piano por el compositor soviético Dmitri Kabalevsky.

Una propuesta muy teatral, en la que un juego de tonalidades y ritmos de vértigo son captados por la bajada de la mirada del intérprete hacia el piano, lo que indica un proceso memorístico relacionado con sensaciones físicas. Mientras que esta velocidad de vértigo es fraccionada por momentos de calma en los que la sutileza de sus movimientos se hace presente sobre las teclas del piano.

El tercer acto fue asignado al contrabajista austriaco Dominik Wagner, que interpretó una sintonía de Sergei Alexandrowitsch Kussewizki, conocido por su cargo de director de la Orquesta Sinfónica de Boston desde 1924 hasta 1949.

El joven austriaco de 19 años, defendió una pieza lleno de sentimentalismo y pureza. El brillo se apoderaba de sus ojos y la emoción nos puso los pelos de punta. Demostró soberbia y profesionalidad, con el continuo intento de mantener la cabeza alta, aunque no lo consiguió mantener durante toda la obra, algo lógico ya que ha de estar pendiente de los acordes.

Llegó el turno para el gran triunfador de la noche, el saxofonista polaco Lukasz Dyczko que con dieciocho años dejó anonadados y sin palabras a los cinco miembros del jurado. Quizás la formula estuvo en apostar por un instrumento de viento entre instrumentos tan tradicionales como violines o pianos.

El saxofonista austriaco se atrevió con un estracto del compositor belga André Waignein, autor de más de centenar y medio de piezas, y profesor en el Conservatorio Real de Música de Bruselas.

Łukasz, polaco de los cabellos dorados, interpretó su propuesta con toda la garra y felicidad. Esto se demuestra con el continuo apretón de ojos que lleva durante su acto, según la psicología, demuestra autoridad y destreza. Además se puede apreciar como levanta las cejas, en respuesta a la aclamación del público.

El segundo pianista de la noche fue el sueco Eliot Nordqvist, que interpretó en concierto número 2 de la ópera 22 de Camille Saint-Saëns; una obra que no fue precisamente un éxito pero si una de las composiciones más famosas del artista. Eliot, hizo una buena interpretación en la que en todo momento mantuvo un rostro serio y la barbilla alta.

Y llegó el turno de la única mujer en competición, la eslovena Zala Vidic que tuvo la valentía de arriesgarse con una composición de Tchaikovsky. La joven de dieciocho años hizo una actuación mágica, en la que la mirada se mantuvo tenue y concentrada, y la barbilla a la altura del chelo. Correcta durante toda su actuación consiguió el aplauso de todo un público, gracias a la sutileza y delicadeza de sus movimientos.

El séptimo acto fue interpretado, personalmente, por una de mis revelaciones de anoche, el croata Marko Martinovic, que con tan solo 15 años consiguió ponerme la emoción a flor de piel con su peculiar instrumento, la tamburitza. Un instrumento de cuerda de origen yugoslavo muy común en las regiones de Croacia, Bosnia y Serbia.

El intérprete se dejaba llevar por los dulces ritmos de su instrumento, y nos sumergió en una melodía onírica caracterizada por su sutileza facial y sus sonrisas traviesas, que daban a opinar que estaba conforme con su interpretación. Y la verdad que debe de estarlo, porque fue una de las grandes sensaciones de la noche.

El siguiente en actuar fue Francesco Stefanelli, el representante de la República de San Marino. Desde mi punto de vista, esta pudo ser la propuesta más floja de la noche, ya que no encontré al intérprete relajado y seguro. No obstante la interpretación con el violonchelo fue apta. No hay que olvidar que es el año debut de San Marino en el certamen.

Raul Maria Dignola que tocó el cuerno francés por Alemania, contó con el calor del público, algo que puede llegar a ser un pilar fundamental para ganar seguridad y sentirte a gusto sobre el escenario. No obstante lo noté algo cortado, pero eso puede ser motivo de la propia conducta del músico. Sin embargo, no pareció convencer al jurado, no sé si sería por la falta de transmisión del joven artista o por emplear un instrumento quizás menos llamativo a nivel visual que el resto.

El penúltimo acto de la noche, fue para el memorable pianista checo Robet Bíly, que con tan solo 19 años e interpretando una composición de Samuel Barber demostró que sus conocimientos estaban a otro nivel. Sin embargo, no consiguió superar la segunda plaza.

Durante su actuación, vemos a un Robert extravagante, meticuloso y superior. Su interpretación fue un auténtico deleite sonoro y visual; ya que no solo perfeccionó la pieza del autor estadounidense, sino que su gestualización, sus movimientos y su avanzada aunque corta experiencia, nos transmitía cada uno de sus alientos a través del televisor. Sin duda alguna otro de los triunfadores de la noche.

El representante noruego Ludvig Gudim, fue el encargado de cerrar el evento a manos de su violín y la pieza musical ‘Carmen Fantasie’ que algunos recordaremos por nuestra infancia en películas moco ‘Los Aristogatos’ y otros recordaremos por nuestra conocida cantante de ópera, la mezzosoprano Teresa Berganza.

El joven noruego de diecisiete años de edad demostró su destreza y templanza ante el violín, aunque no le fue suficiente para conseguir uno de los tres primeros puestos. Desde mi punto de vista habría merecido ser uno de los tres finalistas o haber rozado aquella clasificación.

Finalmente el contrabajista austriaco consiguió el tercer premio valorado en 3 000 euros; la segunda plaza fue para el pianista checo Robert, que sorprendió al no ganar, con un premio valorado en 7 000 euros; y el merecido ganador fue el saxofonista polaco Łukasz Dyczko con un premio valorado en 10 000 euros. ¡ENHORABUENA ŁUKASZ!

En definitiva, este ha sido uno de las ediciones del Young Musicians con más nivel y prestigio de la historia. Absolutamente todos los artistas eran buenos y pocos han sido los errores que han ejecutado.

El próximo festival de jóvenes músicos se celebrará dentro de dos años, pero hasta entonces bastante ha de llover.

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