Columna de Opinión Eurovisión

Eurovision y el Reggaetón: una reflexión

Viviendo en Bélgica no es fácil seguir la pista de la música que puebla las ondas radiofónicas españolas o lo que se baila en los garitos del solar patrio. Por eso aprecio que de cuando en cuando mis amigos me muestren algo por cualquiera de los medios de comunicación disponibles en esta digitalizada era.

Y fue en uno de estos coloquios, esta vez por mensajería, que me descubrieron Reggaetón Lento, de CNCO. No sé cuándo fue lanzada en España, pero yo la acabo de descubrir y he de confesar que me gustó la pista, oiga usted. Y es reggaetón. Lento (de los que no se bailan hace tiempo, dice la letra de la canción), pero reggaetón al fin y al cabo, un género que me seduce en contadas ocasiones.

En esas diatribas andaba yo ocupado y de pronto los chicos de CNCO me recordaron a Ander & Rossi y su infecunda tentativa eurovisiva con Ahora soy yo, una de las treinta propuestas iniciales del Eurocasting con el que RTVE nos mantiene en vilo. Ander, Rossi y su reggaetón no pasaron la primera criba. Ni ellos ni la otra propuesta de aires borinqueños, Bailando de Shannel (¿número 4?). Solamente el género al que pertenecen ya suscitó ciertos comentarios en las redes de las que se deducía a las claras que no contaban con el favor del público, por lo menos no del Eurofan.

¿Por qué será? El reggaetón está, o a mí me lo parece, muy denostado en España, al menos en ciertos círculos, en los cuales casi se lo considera un subproducto. Quizá llegó a saturarnos el género cuando nos llegaron sus ritmos en los tiempos de Don Omar y el Dale Don Dale o Wisin & Yandel y su Noche de Sexo. Y por supuesto, el omnipresente Pitbull y sus dales por doquier. En la música, cuando algo está por todas partes y a todas horas da igual cuán bueno sea: el público se cansa y en él crece una cierta animadversión. Eso le ocurrió a Operación Triunfo, me atrevo a afirmar. No es que no guste o se considere malo o bueno; es que se ha desarrollado algo de alergia a ello.

Y así nos vemos en esta situación en la que un reggaetón se mira con cierto recelo, sea buena o mala la canción. En el contexto del Eurocasting se dijo que el género no pega o que no se lo imaginan en Eurovisión. Lástima de prejuicio… Nos ayudaría mucho el abrir la mente y las orejas a nuevas posibilidades. Quien no arriesga no gana, y lamento decirlo, pero ninguna de las propuestas que tenemos por ahora en la mesa es arriesgada… Pero eso es tema para otra entrada.

En Eurovisión se ha visto flamenco (con distintas suertes), música celta y con aires new age, country (Slow Down, brother…), dance, baladas, afro-fusion (Haba Haba)… ¿Por qué no reggaetón? Y no: no cuento Baila el Chikichiki porque eso no era ni siquiera una canción y prefiero pensar que nunca sucedió.

El miedo al fracaso nos atenaza de una manera que llega a rozar el ridículo. Quedarse dentro de la zona de confort es lo mismo que no moverse, estancarse, no evolucionar.

Puede el lector estar seguro de que no tenía grandes esperanzas de que ninguno de los dos reggaetones llegara a la final de Objetivo Eurovisión. Mucho pedir sería eso. Pero que ninguno pasara la primera criba y que el resultado fuera tan previsible me desilusionó. De hecho, me reafirma en mi convencimiento de que los eurofans españoles somos excesivamente conservadores. Musical o eurovisivamente hablando.

Yo digo sí al reggaetón en Eurovisión. Abriría las puertas a nuevos grupos de audiencia. Aquí y al otro lado del Atlántico. A lo mejor hasta ayuda a revivir el Festival de la OTI, si nos ponemos a soñar.

Y aquí paro, que ya voy suelto como gabete.

Que tengan un buen día.

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